En este mito tradicional de los pueblos incas, se cuenta que en la montaña conocida como Pacaritambo, cerca de la capital del imperio del sol, Cuzco, aparecieron los hermanos conocidos como “Ayar” tras el diluvio que provocó el dios Inti que acabó con los hombres y mujeres que antaño existían.
De esta montaña comenzaron su trayecto cuatro varones y cuatro mujeres (los ocho hermanos). Sus nombres eran: Ayar Manco, Ayar Cachi, Ayar Uchu y Ayar Auca por el lado de los hombres, por las mujeres eran: Mama Ocllo, Mama Cora, Mama Rahua y Mama Huaco.
Los ochos hermanos buscaron, junto con los jefes de las tribus salvajes, nuevos territorios fértiles en el sur. Sin embargo, no todo prosiguió pacíficamente, ya que se produjeron problemas entre Ayar Cachi y el resto de los hermanos; deseando estos últimos engañarlo y asesinarlo, por lo que lo dejaron encerrado en una cueva cubierta con una enorme piedra de la que estaban seguros jamás podría escapar.
La comitiva prosiguió con su camino y, al llegar a la gran montaña Huanacauri, encontraron un enorme ídolo de roca con dicho nombre grabado. Al momento, Ayar Uchu quedó convertido en piedra, pidiendo a sus hermanos que siguieran el trayecto y que en su honor festejaran la fiesta del Huarachico.
Tiempo después, prosiguiendo con su itinerario, Ayar Auca fue transformado, a semejana de Ayar Uchu, en roca. Finalmente, Ayar Manco llegó a la región de la actual Cuzco acompañado por sus cuatro hermanas y por los líderes de las tribus; pronto se percató de que la tierra era buena para sembrar plantas y para criar animales, por lo que la comitiva decidió quedarse ahí y fundar una nueva ciudad en nombre del creador del universo Viracocha, y para honrar al dios sol, Inti; así, fundaron la capital del imperio del sol, Cuzco.