El Almamula o Mulánima es un mito originario del Norte de Argentina, narra la presencia del alma de una mujer convertida en mula. El relato presume que esta mujer llevaba una vida de placeres carnales, conducta que le valió un castigo. Quienes la han escuchado o visto dicen que es una mula que arrastra cadenas y arroja fuego. Sólo pocos han sobrevivido y ninguno desearía encontrarlo de nuevo.
El Almamula fue una mujer pecadora
El mito de la Almamula es uno de los relatos más antiguos y famosos de Argentina. Se cree que la historia nació en Santiago del Estero, pues es una de las ciudades más antiguas. En aquel tiempo, las costumbres morales eran severas. Mantener una vida de placeres sería altamente reprobable, sobre todo si se era mujer. Es probable que el mito sirviera para asustar y evitar conductas indebidas, en una época bastante conservadora.
El Almamula fue una mujer que se entregó abiertamente a los placeres sexuales. Todas las versiones del mito cuentan que en un pueblo antiguo vivía una mujer consagrada al placer. Además de cometer actos carnales con muchos hombres, se le acusó de cometer incesto. La mujer libertina habría mantenido relaciones sexuales con sus hermanos, incluso con su propio padre. Para colmo, se asegura que esta mesalina tuvo encuentros sexuales con el cura del pueblo y nunca experimentó remordimiento. Su falta de temor y carácter impío le valdrían un gran tormento.
El espíritu es condenado a vagar
Ante su conducta disipada y total falta de remordimiento, Dios condenó a la mujer a penar. Cuando la mujer desenfrenada estaba al borde de la muerte, el Todo poderoso hizo caer su castigo. El alma de la mujer no pudo continuar su viaje al más allá, fue retenido. El ánima de la mujer no sólo fue condena a vagar, sino a convertirse en una mula. De este modo un animal fantasmagórico aparecía en las noches más oscuras, erizando la piel de los aldeanos. Pronto el Almamula se convirtió en uno de los seres más temidos.
El Almamula es capaz de matar a patadas y dentelladas a la persona que encuentre a su paso. Este espectro no sólo es temido por su aspecto, sino por su agresividad. Los pocos hombres que la han visto y han sobrevivido cuentan que el animal arroja flamas. El fuego sale de sus orificios nasales, incluso de sus ojos. También arrastra una pesada cadena, que representa el gran pecado que no le permite ser libre. En ocasiones, pisa las riendas al caminar y el freno le provoca un dolor atroz. Entonces lanza su terrible relincho, nadie se atreve a salir.
El anhelado descanso para un alma errante
Se cree que sólo un alma noble y valiente pude controlar al Almamula, poniendo fin a su penar. Tal vez en épocas posteriores al relato se agregó esta variación, que pude salvar a la mujer. Para que el Almamula encuentre su descanso eterno, un bravo jinete debe ser capaz de tomar control de sus riendas. Esto simboliza que por fin habría podido frenar sus bajas pasiones y tener sensatez. Sin embargo, esto sólo es una creencia.
A partir de este mito, las personas de los pueblos alejados a las ciudades creen que las conductas sexuales indebidas serán castigadas gravemente. Como todos los mitos, el del Almamula explica y enseña a las personas cierta interpretación, en este caso moral. En este caso, las relaciones sexuales desenfrenadas no son bien vistas ante los ojos Dios, quien podría lanzar un castigo. Así que para evitar vagar eternamente en la noche bajo la forma de mula, lo mejor es mantener una conducta recta.