Este relato fue recogido de la tradición oral y describe la Tierra de los Muertos en la mitología mapuche. A grandes rasgos, los mapuches concebían el más allá como una tierra al otro lado del mar. Cuando alguien muere emprende el largo viaje que lo lleva a este lugar lejano. Aquí se reunirá con los ancestros muertos.
Cuenta el mito que una joven mapuche se casó con un mozo de su edad. A pesar de su juventud, la calamidad no tardó en presentarse. En una noche la muchacha soñó que su cuerpo era atravesado por espinas. A la mañana siguiente comprendió que las espinas eran presagio de la enfermedad, su marido padecía fiebre. La fortaleza del joven esposo no fue suficiente y murió.
El dolor se apoderó del corazón de la joven y decidió dejarse morir. La muerte del amado la sumió en una profunda tristeza. Ahora no comía ni dormía y pasaba los días llorando, durante las noches llamaba desesperadamente al marido. En cierta noche salió a caminar y a gritar el nombre del esposo muerto, la debilidad acumulada la hizo desmayar. Cuando abrió los ojos se encontraba en brazos del amado.
La travesía a la Tierra de los Muertos
Para consolar su corazón, el joven decidió llevarla a la Tierra de los Muertos. Al encontrarse de nuevo con su amado, este la interrogó. Le preguntó por qué lo llamaba tanto, ella respondió que quería seguirlo en el más allá. Ante la respuesta de la joven, el espíritu del muchacho le dio una serie de instrucciones. A la noche siguiente debería presentarse en el mismo lugar, con seis panes y ropa que la abrigue.
La joven mapuche emprendió la travesía y llegó a la Tierra de los Muertos, donde vio a sus familiares. Con ansiedad esperaba la joven esposa, pero el amado no llegaba. El sueño la invadió y cayó dormida. Al despertar el marido ya estaba ahí, le pidió los panes y montó en su caballo. Antes de partir le ordenó comerse un pan, también advirtió que el viaje debía ser silencioso. Al poco andar ella volvió a quedarse dormida, cuando despertó llegaron a la orilla del mar. Amarraron el caballo, ella comió otro pan y se embarcaron en una canoa.
Del otro lado de la mar, la joven mapuche se reunió con sus familiares y bebió y lloró. Los jóvenes esposos avanzaban con su pequeña canoa sobre el inmenso y quieto mar. Justo a la mitad del trayecto, él le dio a comer otro pan. Por fin llegaron al otro lado del océano, ella vio mucha gente festejando y conversando, rodeados de fuegos. Esta era la Tierra de los Muertos, donde reencontró a sus parientes. Bebió, cantó y lloró con ellos hasta el amanecer.
El lugar de los muertos es un lugar de humo
Durante el día los fuegos desaparecían junto con la gente, sólo había carbones y desolación, así que la joven volvió. La esposa mapuche se quedó dormida otra vez, cuando despertó no había nadie. Tan sólo encontró carbones humeantes, se echó a llorar otra vez. Volvió a quedarse dormida, para despertar y encontrar de nuevo a la misma gente. Ella reclamó al marido el abandono, pero él explicó que durante el día desaparecían las almas. En ese lugar se sufría y le pidió que regresara.
La joven regresó de la Tierra de los Muertos, pero al poco tiempo murió. La esposa comprendió que debía regresar a este lado de la mar. Ambos se embarcaron en la canoa y regresaron a esta orilla del océano. El caballo seguía donde mismo, montaron y regresaron. La última petición del esposo fue que esperara un palo hasta el amanecer. Ella durmió y al despertar se encontró sobre la tumba del marido. Ella rompió en llanto y sus familiares la auxiliaron, tras reponerse contó su experiencia. A los seis días la joven murió.