Entre los dioses del olimpo encontramos a uno que destaca por la invención del vino, con sus bondades y desgracias. El mito de Dioniso nos explica la trágica y la vez frenética historia de un dios repudiado al nacer. Sin embargo, sus hazañas lo convertirían en uno de los dioses mayores de la cultura griega.
El nacimiento de Dionisos
Como era habitual, el padre Zeus tuvo un hijo con la bella Sémele en una infidelidad. Hera vivía atormentada por los celos, debido a que su esposo cometía bastantes infidelidades. Entre las múltiples jóvenes que sedujo, se encontraba Sémele. En su vientre llevaba a un semidiós, el que sería considerado hijo predilecto de Zeus: Dioniso.
Seducida por Hera, la doncella Sémele murió fulminada por un rayo cuando Zeus reveló su forma verdadera. Era bien sabido, que si un mortal veía a un dios en su forma auténtica moriría a causa del fulgor. Por esta razón, Hera sembró la duda en Sémele hasta que esta obligó al dios del trueno a transfigurarse. Tanta fue su insistencia, que el señor del Olimpo mostró su verdadera forma. Uno de los rayos del dios aniquiló a la princesa imprudente.
El hijo oculto de Zeus
Tras la muerte de Sémele, Zeus alberga a Dioniso en una de sus piernas hasta su nacimiento. Por fortuna, el dios del trueno pudo rescatar al infante del vientre de Sémele. Sin embargo, para que este pasara desapercibido lo depositó en una pierna. De este modo, Hera nunca notó que la carne de Zeus gestaba a Dionisos. Así pues, cuando el niño Dioniso nació fue necesario esconderlo de la furia de la diosa del Olimpo.
Siendo niño todavía, Dioniso fue entregado a Sileno para que lo educara y protegiera en el monte Nisa. Ante la implacable furia de Hera, el dios Zeus se vio obligado a buscar alguien que cuidara de su hijo. En un principio, esta tarea fue encomendada a Ino. A quien se le dijo que vistiera a Dioniso como niña, pues todos los varones de su familia perecerían a manos del poder de Hera. Tras haber sobrevivido al infanticidio, Hermes creyó más prudente que el niño fuera cuidado por Sileno y las ninfas.
El dios que nació dos veces
A pesar de la protección de Sileno, los titanes asesinan con brutalidad a Dioniso. Para Hera estaba claro que su hijo era el predilecto, esto significaría ser el sucesor al trono olímpico. Así que para librarse de tal infortunio, convenció a los titanes de dar muerte a Dioniso. De este modo, los poderosos titanes encontraron al joven dios del vino y lo asesinaron. Dicho asesinato fue una auténtica masacre, pues su cuerpo fue descuartizado y sus órganos desprendidos. No obstante, Atenea consigue recoger el corazón todavía palpitante de Dioniso y lo entrega a Zeus.
El sufrimiento sería recompensado, el corazón de Dioniso fue engullido por Zeus y el semidiós volvió a nacer como inmortal. Cuando Atenea presentó el corazón trémulo de su hijo al padre Zeus, este lo engulló. Después lo regurgitó, Dioniso había vuelto a nacer pero ahora como un completo inmortal. De esta manera, Hera nunca más podría atentar contra él. Sin embargo, el dios del vino vivió preso de la locura a causa del tormento de Hera. Así pues, este dolor desaparecería cuando descubriera el vino y su frenesí.
El dios del vino
Envuelto en la locura, Dioniso vagó por la tierra hasta que descubrió el jugo de la vid y expandió su culto. Según el mito, el hijo predilecto descubrió que si el jugo de la uva se dejaba fermentar este era capaz de proporcionar inmensa felicidad. De este modo, consiguió inventar el vino y calmar su locura. Desde entonces, Dioniso recorrería el mundo expandiendo el cultivo de la vid y de la religión dionisiaca. Allá donde iba, las ninfas ménades, el viejo Sileno y el dios Pan lo acompañaban en sus caravanas orgiásticas.