Gracias al mito de Vesta sabemos que era muy común usar su imagen en las moradas de los jóvenes que iban a adquirir el conocimiento, lejos de su tierra natal. Fue cortejada por los dioses, y especialmente por el hermoso Apolo y Neptuno, Vesta rechazó todas las propuestas amorosas y consiguió que el propio Júpiter protegiera su virginidad.
Debido a su voluntad de permanecer casta, sus sacerdotisas, las vírgenes vestales, eran las encargadas de vigilar en todo momento el fuego sagrado en los templos. Se sabe que era un delito muy grave entrar en esos conventos. No en vano, sería tan dramático el embarazo de la madre de los futuros fundadores de Roma: Rea Silva.
La naturaleza de Vesta
En el mito de Vesta, esta divinidad se nos muestra como la hija primogénita de Cibeles y Saturno, la hermana mayor de la primera generación de los dioses olímpicos, y la soltera de la segunda. Por derecho de primogenitura, era una de las doce diosas olímpicas principales.
Según el mito de Vesta, fue tragada por Saturno y posteriormente rescatada por Júpiter. Solía ser representada con un vestido largo, muchas veces con la cabeza cubierta por un velo. Vesta es la diosa que nunca abandona el hogar, el Olimpo, y nunca se involucra en las luchas y guerras de dioses o mortales. Como diosa de corazón caliente, representaba la divinidad del hogar y defendía la vida de la familia, por lo que las familias solían encomendarse a ella cuando atravesaban por alguna desgracia u obstáculo. Era adorada antes que los otros dioses en todas las fiestas y banquetes, puesto que era la más antigua y preciosa de las diosas del Olimpo. Un juramento hecho en su nombre era el más sagrado de los juramentos, no importa la situación en la que se hiciera.