Desde la región del Chaco, en Argentina, nos llega el fabuloso mito Kasongongá, el dios del rayo entre los qom. Según cuentan los relatos orales más antiguos de este pueblo autóctono, dicha deidad posee dos polos. Por una parte, es el responsable de las lluvias más torrenciales y el destructor rayo.
Pero por otra parte es sumamente benévolo con los qom que lo obedezcan fielmente. Es así que un joven cazador consiguió una pesca abundante para toda su vida. En aquella ocasión, el hombre trataba de matar alguna presa para alimentar a su aldea. Justo entonces escuchó un gemido al fondo de unos arbustos.
La bendición de Kasongongá
Parecía que por fin cazaría algo, pues los sollozos lo llevaban hacia un oso hormiguero atrapado por un tronco. Inmediatamente al verlo, el joven preparó su arco y apuntó. No obstante, el animal comenzó a hablar, diciéndole que era Kasongongá.
Dicho esto, el muchacho puso atención. El dios le encargó realizar una fogata para poder librarse del árbol y regresar a su morada. Justo como se lo indicaron, el varón armó una portentosa fogata. Poco a poco, el humo daba forma al dios del rayo quien se dirigió al qom, garantizándole pesca y cacería abundante hasta la muerte.
Una vez que el dios Kasongongá volvió al cielo, una gran tormenta se desató. Apenas tuvo suerte de salir del monte cunado una tormenta azotó la tierra. En la negrura del cielo nocturno, se dibujaban fulgurosos rayos plateados.
Así pues, la promesa de la deidad se cumplió puesto que aquel hombre nunca padeció hambre. Por lo tanto, entre los qom se cree que si uno es obediente con la divinidad, la abundancia le será garantizada. Este hecho explica porque los aldeanos son considerados con los osos hormigueros y los ancianos que piden algún favor.