Entre los pueblos autóctonos del Norte de Argentina es común preocuparse por el Llastay, un espíritu hijo de la Pacha Mama. Según cuentas los cazadores de guanacos (animal parecido a las llamas) hay que estar alertas. Esto se debe a que hace mucho tiempo un joven salió de cacería, encontrando toda una tropa de guanacos.
Como estas situaciones son extraordinarias, no desaprovechó y alistó sus flechas. Cuando tuvo a uno de los animales en un ángulo favorable soltó la saeta y lo derribó. No conforme, siguió a la manada para disparar de nuevo, derribando tres bestias más.
La aparición misteriosa por el Llastay
De no ser por el Llastay, aquella hubiera sido una buena tarde de cacería. Por desgracia, el guanaco que dirigía la manada, llamado relincho, se lanzó contra él. Al tratarse de un animal de proporciones extraordinarias, estuvo a punto de morir.
Por fortuna, el último tiro lo acertó y la criatura se retiró. No obstante, el perro del cazador siguió al portentoso relincho hasta una quebrada. Al internarse en la maleza, el canino descubrió una casa y entró en ella. Debido a que la mascota no regresaba, el joven tuvo que ir por él.
Al entrar en la casa, el cazador encontró a su perro atado a una columna, al igual que muchos canes más. Por si fuera poco, un anciano de edad muy avanzada apareció de la nada. El miedo invadió al muchacho, pero el viejecito lo tranquilizó. Sin embargo, le hizo una advertencia: no cazar más de lo necesario porque si no sería castigado.
Además, el viejo agregó que por ser la primera vez lo pasaría por alto. Dicho esto, el anciano dio media vuelta y despareció. Mientras se alejaba, el cazador pudo ver la herida que había hecho con su arma. No cabía duda, ese era el Llastay.