También nacido en el imaginario guarní, nos llega el mito de Mboí-Tuí un loro que fue castigado por Rupavé. Como es sabido, la Tierra sin Mal es el paraíso terrenal para el pueblo de los guaraníes. Sin embargo, es muy difícil acceder ya que el guardián Rupavé lo custodia.
Se dice que este centinela fue el primer hombre creado por Tupá, el máximo dios de la creación. Así que para entrar al edén, sería necesario el consentimiento del guardián. No obstante, un loro llamado Mboí-Tuí conocía una ruta secreta.
El castigo del loro en el mito de Mboí-Tuí
Cierto día, conforme a lo narrado por el mito de Mboí-Tuí, un grupo de malhechores tendieron una trampa al pájaro parlanchín. Como podría imaginarse, los hombres le dieron a beber la miel del insecto lechiguana.
Por esta razón, el ave de verdes tonalidades se embriagó y comenzó a hablar sinfín de cosas. Entre las palabras que dejó escapar, reveló la ruta secreta para entrar a la Tierra sin Mal. Por consiguiente, el grupo de bandidos logró colarse al paraíso. Al enterarse de esto, Rupavé se enfureció y buscó al culpable, encontrando al loro beodo en el suelo sin cesar de hablar.
El guardián Rupavé castigó severamente al pajarraco, convirtiéndolo en serpiente. Como consecuencia a la confesión, el dios decidió quitarle las bellas plumas y las alas. Por si fuera poco, su cuerpo se volvió alargado, un cuerpo flácido y sin patas.
De este modo, Mboí-Tuí pasó a ser una serpiente con cabeza emplumada, con cabeza de loro. Se cree que desde entonces, el animal nunca volvió a hablar. En su lugar habita en los humedales para proteger a los animales acuáticos de los embusteros o cazadores.
Finalemente, la Tierra sin Mal sigue resguardada por Rupavé, así lo cuenta el mito de Mboí-Tuí.