Cerca de la frontera, en un valle escondido de Mexicali, nació la leyenda del tesoro enterrado. Como sucede en muchos ranchitos de México, don Apolonio se levantó desde muy temprano para cosechar su parcela. Eran alrededor de las cuatro de la madrugada cuando el hombre de más de 40 años regaba los surcos de algodón. Sin embargo, aquella madrugada fue víctima de un espanto. Su perro comenzó a ladrar, se le erizaba el pelo del lomo y sus ojos resplandecían. A su vez, el campesino buscaba entre las milpas altas si había algún intruso. No encontró a nadie y volvió a casa blanco del susto.
El aparecido sin cabeza
Dice la leyenda del tesoro enterrado que el labrador contó a su mujer lo sucedido, pero ella no le creyó esas cosas. Al cabo de unos días, el hombre volvió a ir a su parcela pero no durante la madruga. Así era el medio día, cuando apareció un caballo en el monte. El animal corría desbocado y se dirigía directo a él. Apolonio pensó que iba a morir y comenzó a rezar a nuestro señor. Sin embargo, el animal desapareció frente a sus ojos. Con las manos sudorosas, recogió su sombrero y volvió a casa donde pasó varias horas desconcertado. Cuando se recuperó, volvió a su parcela pero esta vez se le apareció el caballo con un hombre sin cabeza.
El pobre hombre casi se desmaya al ver al muerto sin cabeza, quien comenzó a acercarse lentamente. El ranchero le dijo: ¡qué quiere de mí!, ¡qué quiere! Entonces una voz espantosa le dijo que debía desenterrar un tesoro en la tierra de la parcela. Pero si algún otro hombre se enterase, todos morirían. A pesar de la advertencia el granjero les contó a varios hombres del pueblo y juntos desenterraron las monedas de oro. Entonces, el muerto sin cabeza apareció en su caballo e hizo que la tierra se los tragara a todos. Así fue como nació la leyenda del tesoro enterrado de Mexicali.
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