Cuentan las historias que una noche en lo alto del firmamento, se encontraba la luna llena angustiada por los hombres, que tarde o temprano habrían de morir porque es la ley natural de las cosas. Ella sabía que del mismo modo que regresaba una y otra vez al cielo nocturno, también los hombres habrían de volver a vivir. Este era el mensaje que la luna quería transmitir a los hombres y que la mantenía en continua angustia. Luego de pensarlo, decidió que la garrapata sería el mensajero más indicado, pues como es un holgazán, seguro encontraría una manera rápida y astuta de comunicar la noticia.
El mensajero perfecto
De este modo, la garrapata fue llamada por la luna y recibió de esta el importantísimo mensaje: “Así como yo muero y regreso a la vida, ustedes morirán pero volverán a vivir”, ese fue el mensaje que la garrapata repitió una y otra vez hasta memorizarlo. En seguida, el insecto perezoso bajo de las hojas altas donde conversaba con la luna y se puso a dormir un rato, hasta que llegará el ganado de ovejas de algún hombre y pudiera viajar sin fatiga hacia la aldea.
El único problema con los planes de la luna y la garrapata, es que el animalito en cuestión tenía pésima vista. Por esta razón, en lugar de saltar sobre una oveja, cuando esta se acercó a pastar al arbusto, saltó sobre un pájaro que pasaba por ahí. La garrapata no tardó mucho tiempo en comprender que iba volando y cada vez se alejaba más de la aldea. El colmo vino cuando el ave se detuvo en la copa de un árbol y agitó las alas, la pobre garrapata terminó golpeada y en el suelo.
Esa misma noche, la luna se asomó a la aldea creyendo que vería a los hombres bailando por la buena noticia, pero la aldea estaba tranquila, la fogata no era nada excepcional y lloraba un bebé como síntoma de que había alguien estaba enfermo de gravedad. La luna entendió que el mensaje no fue entregado y esperó un día más.
La mala suerte de la garrapata
Mientras tanto, la garrapata todavía tenía la esperanza de abordar la siguiente oveja que pasará por ahí, pero volvió a equivocarse y esta vez saltó sobre un orix, una especie de cabra salvaje. La pobre garrapata terminó cabalgando sobre el lomo del animal toda la mañana, dejando la aldea verdaderamente lejos. Este parecía el final de los planes de la luna y su mensaje, cuando la garrapata, que se lamentaba, encontró a una liebre en lugar. De inmediato le contó su historia y le pidió que la llevará hasta la aldea, aunque la liebre aceptó, fue con la condición de conocer el mensaje.
Sin más tiempo que perder, los dos animales marcharon rumbo a la aldea de los hombres. Como la liebre sabía la importancia del mensaje, traicionó a la garrapata: la tumbó de un movimiento brusco, salió corriendo a toda velocidad, añoraba la gloria para era sola, aunque ya había olvidado el mensaje. En menos de un santiamén, la orejona había llegado a la aldea; solicitó la atención de los hombres y, a punto de colapsar, dio un mensaje equivocado: “así como yo muero, ustedes morirán y permanecerán así”. Acto seguido, la liebre desfalleció y la aldea se llenó de pánico: los hombres hicieron rituales desesperados, los llantos surgieron de todas partes, todas las personas abandonaron el lugar.
La cólera de la luna
En la noche, la luna se asomó a la aldea, la encontró vacía y desordenada. Rápidamente bajo a ver qué pasaba, notó que los enfermos habían muerto y los aldeanos huyeron aterrorizados. Unos pasos más adelante, encontró a la liebre tirada, fue tanto el coraje de la luna que tomó un madero de la fogata y le partió el rostro a la liebre. El pobre animal saltó a causa del dolor, recogió su capa, que cayó al fuego en el brusco movimiento, y golpeó con ella a la luna en el rostro; enseguida, la liebre escapó. Es por eso que desde ese día, la libre tiene el hocico achatado y la luna tiene cicatrices blancas en su rostro.