En las aldeas más recónditas de África es muy conocido el mito de Bingo, el hijo del dios Nzamé. De la boca de los cuenta cuentos africanos se dice que en una ocasión Nzamé descendió de su morada divina. Entonces se encontró a las orillas de un río, donde flotaba una canoa, sola, abandonada. El ser divino la abordó y navegó a través de los veneros de agua hasta acercarse a una pequeña aldea. Antes de que el tuviera oportunidad de pisar tierra, una chica se aproximaba a la orilla. En su ánfora tomó agua para beber y estuvo a punto de volverse. Pero Nzamé se enamoró de ella.
El mito de Bingo y su nacimiento
La joven era tan bella y tan trabajadora que el dios Nzamé decidió quedarse con ella. Sin decir nada, el señor la tomó y la llevó consigo. Según el mito de Bingo, juntos fueron a la morada de donde nadie vuelve. En ese lugar el señor Nzamé tuvo un hijo con la bella Mboya, este era el nombre de la aldeana. Cuando el niño nació, ella lo llamó Bingo. Grande era el amor de la joven hacia el hijo de sus entrañas, que crecía cada vez más y más. Desafortunadamente, Nzamé se sintió celoso y lo arrojó desde lo alto del cielo.Afortunadamente, durante la caída, las aguas de la tierra abrieron paso a Bingo. Sólo de esta manera, el niño pudo salvarse. Por si fuera poco, un hombre llamado Otoyom lo encontró y lo llevó a casa. Cuando Mboya pudo liberarse del castigo de Nzamé bajó a la tierra para buscarlo. Por eso en algunas aldeas dicen ver una llama de fuego en medio de la noche que va de un lado a otro. Por su parte, Nzamé también bajó a buscarlo pero no lo encontró. El hombre Otoyom lo había ocultado muy bien. Tal es el mito de Bingo.