Entre los atacameños, una etnia indígena sudamericana, nos llega el mito de la creación del mundo. En el que también se explica parte de la creación del mundo actual. Para comprender mejor el mito, hay que entender que este pueblo floreció en pleno desierto de Atacama, al Norte de Chile. Hoy en día sus descendientes se han mezclado con las poblaciones actuales del país, pero aún sobreviven sus relatos, como el que vamos a referir.
Un mar de oscuridad
Se dice que en el origen de los tiempos el mundo estaba cubierto por la negrura de la noche, con dificultades los hombres antiguos exploraban aquellos parajes inhóspitos. Quienes gobernaban aquel mundo primitivo eran los ríos que corrían con bravura por la corteza terrestre, desgastando cerros, rocas y montañas. En verdad eran difíciles aquellos tiempos, más porque el espíritu Saire, deidad cuyo nombre significa agua de río, frío, hambre y soledad, era la compañera de los pobres hombres de esa lejana época.
En aquellos días tan oscuros, los pobladores de la cuenca del río Salado murieron incinerados a causa de un violento sol; mientras que los habitantes de la región de Socaire murieron víctimas de las incontenibles aguas torrenciales y los violentos ríos. Una población más, la de la región del Patillón desapareció dejando como único rastro sus huellas grabadas en la arena del lugar. De aquí se desprende que solo sobrevivan ruinas de las ciudades de los hombres antiguos.
La flor que crece en la adversidad
Aunque la calamidad parecía gobernar los albores de la humanidad, los abuelos, como se les llama a estos pobladores originarios, habían conseguido prosperar en las tierras de Socaire. Si bien descubrieron las artes de la agricultura, no tenían herramientas para trabajar la tierra: con solo ramas y manos labraron considerables extensiones de tierra. Quizá la poca prosperidad que alcanzaron los de Socaire se debe a que sabían cómo cantarle al agua y esta les ayudaba regar los campos con la lluvia o a construir surcos con su caudal.
Ya nadie canta al agua
Por desgracia, aquel mundo prehistórico era violento y no tuvo consideración con los abuelos de Socaire. Según cuentan los relatos, tuvo lugar un diluvio que duró 40 días y 40 noches. Como consecuencia de la catástrofe, el agua arrastró los campos de cultivo y a toda la gente. Quizá la tempestad se prolongó por años, o quién sabe. Lo cierto es que a partir del diluvio surgió el mundo actual, un mundo difícil y hostil porque ya nadie sabe cantar al agua, como lo hacían los abuelos.
A partir del mito, podemos deducir que hay un mensaje de humildad: los antiguos hombres pudieron florecer a pesar de su corto entendimiento en los trabajos porque sabían comunicarse con el agua. Como en otros mitos, se hace énfasis en la relación hombre-naturaleza que tiende a desgastarse en los tiempos modernos. También se puede identificar rasgos cristianos ―la mención del diluvio―, que quizá se adquirieron posteriormente y fueron integrados al relato.