Cuenta un mito mexicano que la guacamaya y los colores fueron descubiertos por los dioses aburridos de un mundo descolorido. En aquellos tiempos tan lejanos, sólo existían dos colores: negro para la noche y blanco para el día. Pero las deidades encontraban que un mundo así era bastante triste, por ello decidieron buscar los colores.
La búsqueda de los colores
El primero de los dioses descendió de los montes, pero al caminar tropezó con una piedra. Cuando cayó, el dios se golpeó la cabeza y la sangre corrió. La impresión fue tal que salió corriendo a compartir su hallazgo con los demás dioses. A este nuevo color lo llamaron rojo. Por otro lado, otro de los dioses subió a los montes y encontró un hallazgo fantástico en el mundo divino. Cuando mostró esto a los señores de la creación, acordaron en llamarlo azul. Estos tonos tendrían que ver con la guacamaya y los colores del mundo futuro.
Si bien se habían descubierto estos colores, aún faltaban otros matices por conocer. Un dios más decidió conocer el corazón de la tierra, a este color lo llamaron café. No obstante, el último de los seres divinos no había descubierto nada. Sólo miraba a unos niños jugar y reír, de sus sonrisas se desprendía un color luminoso. A esa tonalidad la nombraron amarillo. De este modo los señores celestes comenzaron a combinar los colores y pintaron el mundo. Pero la guacamaya y los colores de la tierra tenían un último asunto pendiente.
Así nacieron la guacamaya y los colores
Cuando las divinidades terminaron de pigmentar la creación, estuvieron a punto de desechar los pigmentos. Pero uno de ellos propuso guardarlos en alguna parte, para tener que buscarlos de nuevo. En ese momento, un ave de color blanco pasó por el lugar y le confiaron los colores. De este modo surgió la guacamaya y los colores.