Hace muchos siglos ya, en que una gran desgracia afectó a la región totonaca, en donde la vegetación perdía vida y los hombres perecían a falta de vitalidad y falta de los frutos de la tierra. El señorío del Totonacapan debía tomar medidas drásticas para no seguir viendo morir a su pueblo.
Fue cuando los sabios más viejos tomaron una decisión férrea para agradar a los dioses y estos perdonaran todas sus faltas cometidas y les devolviera la lluvia y volver a ver sus campos fértiles.
Juntaron a la población y de entre los presentes tomaron a cinco jóvenes castos, quienes, tras ser vestidos con plumajes de aves de la región, fueron conducidos al bosque y se postraron en el árbol más alto .En ese árbol serian escuchados por los dioses pues estarían lo más próximos a ellos en las alturas.
Los cinco jóvenes se ataron largas cuerdas a sus pies y cada uno tomó una dirección del árbol en los cuatro puntos cardinales. Un joven más en el centro de lo alto del árbol quien representaba el eje del universo. Todos ellos con vestidura de plumaje, el del centro comenzó a hacer música de viento, dirigiendo el ritual ofrecido a los dioses.
El viento comenzó a soplar y los cuatro jóvenes de los puntos cardinales se lanzaron al vacío, este viento comenzó a girarlos formando una hermosa danza en lo más alto del árbol en donde se observaba cómo los jóvenes daban vueltas atados a sus cuerdas y con sus brazos extendidos elevándose como si fueran aves volando por el cielo.
El ritual fue bien recibido por los dioses quienes de inmediato bendijeron la región con abundante lluvia, regresándole su fertilidad a la tierra. Desde entonces los sabios ancianos decidieron continuar con este ritual en temporada de sequía, para mantener el agrado de los dioses.