Se cuenta que en cierta ocasión, Túpac Yupanqui, hijo del sol, conocido como “el hombre en el que se manifestaban todas las virtudes”, festejaba la victoria que había obtenido batallando contra la tribu salvaje de los Pachis. Junto a él se encontraba todo el pueblo del imperio del sol para celebrar la victoria.
Sin embargo, en medio de la felicidad, se produjo un acto terrible: un ave de dimensiones enormes, probablemente un cóndor, herido por no se sabe quién, se precipitó desde la cima más alta de los Andes, manchando con la sangre que brotaba de sus heridas la sangre de las montañas.
Esto representaba una señal de los dioses y, el gran sacerdote del imperio, afirmó que significaba el final del reinado de los incas y del hijo del sol; ya que llegarían extranjeros en enormes barcos cruzando por el mar del oriente para conquistar a los hijos de Inti. Sin embargo, por ese día, la fiesta por el vencimiento de Tupac Yupanqui prosiguió.
Así, trajeron a una esclava que sería dada al gobernante Inca, por lo que la joven se encontraba dolida y sufriente sabiendo que nunca podría estar con el hombre que ella amaba; sin embargo, su amado también se encontraba en la gran fiesta, por lo que tramaron un plan para escapar.
Por un momento lograron escabullirse del gentío, sin embargo, el séquito pronto se dio cuenta y el hijo del sol ordenó que la esclava fuera asesinada por su desobediencia y rebeldía.
De este modo, la joven fue sacrificada en la región que se conoce como Palla Huarcuna; de ahí el nombre que suele recibir este mito. Se dice que en el lugar donde fue sacrificada la joven es posible observar una piedra con la forma de una mujer vestida a la usanza antigua.