El mito de Plutón nos muestra a esta divinidad del panteón romano como hijo de los Titanes Cronos y de Rea, los romanos Saturno y Cibeles, que tenían el control del mundo, y por lo tanto, también hermano de Júpiter y de Neptuno. Cuando el padre fue destronado de su trono y vencidos los titanes, los tres hermanos pasaron a compartir el imperio del universo.
Zeus, o Júpiter, se quedó con el cielo, la tierra y el dominio y cuidado de las diosas hermanas. Poseidón heredó el reino de los mares y se convirtió en el dios de las profundidades, de los subterráneos y de las riquezas. Plutón, por su parte, heredó el inframundo; y se casó con Perséfone o Cora, hija de Zeus con Deméter, después de un secuestro de éxito y reinaba, en compañía de su esposa, sobre las fuerzas infernales. Como el dios de los infiernos, era ayudado por otras deidades, como Hécate, las Furias, las Parcas, las Arpías, Tánatos, el Hipnos y las Gorgonas. Este aire lúgubre ha hecho tan popular el mito de Plutón.
Nadie osaba llamarlo por su nombre
El mito de Plutón suele mostrar a esta divinidad como un dios de pocas palabras, su nombre inspiraba tanto miedo que las personas trataban de no pronunciarlo. Era descrito como austero y despiadado, insensible a oraciones o sacrificios, intimidatorio y distante, ya que en su reino siempre había lugar para más de un alma.
En algún lugar en la oscuridad del mundo subterráneo, se supone, se encuentra su palacio, representado como un lugar lúgubre, oscuro y lleno de puertas. El viejo barquero Caronte conducía las almas de los muertos a través del siniestro río de aguas tranquilas Estige, hasta la entrada del reino o la casa de Plutón. Este lugar triste y oscuro, habitado por formas vagas y sombras, era cuidadosamente resguardado por Cerbero, un monstruoso perro de tres cabezas y cola de dragón, que no dejaba que las almas se escaparan del inframundo.