Sin duda alguna esta es una de las herencias más claras y vigentes del pensamiento grecorromano, ya que en la actualidad se sigue representando, de manera caricaturesca, al amor con la figura de Cupido, símbolo del amor. El mito de Cupido no es exclusivamente romano, sino que tiene sus orígenes en la mitología griega, la cual fue absorbida y transformada por los latinos.
El dios del amor
Cupido suele ser representado por un niño pequeño y alado, que lleva los ojos vendados y porta arco y aljaba con flechas; este ser tan peculiar es el dios del amor. Esta criatura tan simpática suele considerársele como hijo de la diosa Venus ―deidad de la belleza y la fertilidad― y el dios Marte ―señor de la guerra―, según la tradición más extendida. De acuerdo con otras versiones, se trata del hijo de Venus y Vulcano o del hijo de Venus y Júpiter, variaciones que resultan del autor y la época. No obstante, valga la reiteración, Cupido se asocia con la primer pareja de dioses mencionada y su atributo principal es designar quién cae enamorado.
El simbolismo de Cupido
En cuanto a sus características y atributos, llama la atención su aspecto de infante, que representa lo irracional o poco premeditado que puede ser el amor. También posee una venda en los ojos que significa que aquel que está enamorado pierde el juicio y la capacidad para reconocer las virtudes y defectos de la persona deseada, como si de un ciego se tratara. Asimismo, el pequeño Cupido lleva un arco que le sirve para disparar sus flechas, las cuales suelen ser de dos tipos: flechas de oro, que causan amor rotundo e inmediato; flechas de plomo, causantes de desprecio e indiferencia. En la versión griega del mito, Cupido-Eros posee flechas de oro, para el amor; de plata, para la amistad; y de bronce, para el desdén.
El amor es un juego cruel
El elemento más representativo del mito de Cupido es el criterio para lanzar sus flechas. La mitología nos muestra a un dios infantil que dispara flechas al azar, pues nunca escoge saetas de un tipo específico, y encima lleva los ojos vendados, anunciando que tampoco selecciona a sus blancos. De este modo aparece el peligroso juego de Cupido, si logra lanzar dos flechas doradas a sus víctimas, estas caerán enamoradas y no sufrirán. En cambio, cuando dispare una saeta de plomo y otra de oro, las víctimas sufrirán: una padecerá el amor no correspondido y la otra, el asedio y el desprecio.
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